Despertó, deslizando la tapa se levantó,
salió el palito de fósforo de la caja,
miró a su alrededor y sólo vio sombras;
dio unos saltos y sintió ganas de rascarse la cabeza.
Apoyó la cabeza sobre la lija de la caja,
la frotó rascándosela y para su sorpresa
esta se encendió.
Estaba encantado, había descubierto algo que nunca se imaginó…
¡tenía luz propia!
Pudo ver como su luz iluminaba alrededor,
exploró maravillado, pero también se percató
de que se iba consumiendo inevitablemente.
Con más de la mitad de su cuerpo consumido,
sintió el calor, un último destello intenso
y se entregó a su muerte.
Convertido en humo, observó su cuerpo negro,
retorcido y tieso tendido sobre el mostrador.
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